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Candidatos políticos y campañas negativas

Las campañas y precampañas electorales son un periodo especialmente sensible en los que “las cuerdas del periodismo se tensan” hasta límites insospechados. Muchos medios pierden buena parte de su objetividad al multiplicarse el número de ataques reputacionales hacia los candidatos y sus partidos. Abordar el fenómeno del periodismo de ataque en campaña es equivalente a aludir al tratamiento de la información y las vulnerabilidades que sufren los candidatos en el contexto de su exposición continuada ante los medios informativos. Los ataques de denigración en los medios digitales constituyen una de las “grandes cuentas pendientes” del periodismo contemporáneo, la publicación de noticias perjudiciales, la aparición de vídeos virales con información no deseada, la difusión de rumores o la publicación de titulares ofensivos son algunos ejemplos del periodismo más agresivo. Las campañas negativas siembran dudas entre el público, influyen en la percepción de la imagen que proyectan los partidos y se convierten en estrategias ampliamente instauradas en la cultura mediática. Hurgar y escarbar en el pasado de los líderes, buscar escándalos, infidelidades o “facturas sin pagar” se ha convertido en una práctica habitual mediante la cual se busca destruir la reputación digital del adversario.

Los medios digitales se han convertido en los principales “escenarios de la guerra informativa”. El anonimato preponderante en la red, la transnacionalidad y la accesibilidad de los medios digitales convierten a Internet en el escenario periodístico ideal para todos aquellos detractores o rivales ideológicos cuya única intención es influir en el resultado electoral a través de la utilización malintencionada de noticias e informaciones.

Muchos periodistas se alinean hacia una u otra formación debido a su línea editorial mientras que Internet se convierte en el foco de numerosas noticias con un alto grado de distorsión. El papel de los medios en el proceso electoral es vital, su papel se centra en proporcionar la información necesaria para que los ciudadanos elijan libremente entre las distintas opciones, está claro pues que son un eje indispensable en el engranaje de la moderna democracia. Los medios son, además, el espejo en el que se miran los políticos quienes para su ejercicio profesional dependen en gran medida de su reputación ante la opinión pública para alcanzar sus objetivos. La dependencia entre periodismo y política es pues mutua y recíproca, sin los medios los políticos no podrían canalizar sus mensajes y llegar a amplios grupos poblacionales. Aunque los medios están sujetos a una amplia regulación legal: la emisión de mensajes electorales; el tiempo que se proporciona a cada candidato; el orden de preferencia o el tiempo de publicidad gratuita, son muchos, sin embargo, los aspectos por resolver cuando salimos del marco publicitario y nos adentramos en el periodístico.

Los medios digitales se utilizan como “arma arrojadiza” y se han convertido en el espejo en el que se refleja la intensa competición política por alcanzar el poder. Entre los ejemplos históricos destaca el famoso vídeo del Doberman publicado en plena campaña electoral por el PSOE en el 96, su difusión generó una gran polémica. Su divulgación supuso la aparición de centenares de noticias hacia el bando contrario (PP) ya que los socialistas intentaron asociar el posible ascenso de su rival a la amenaza visual de figuras tenebrosas despertando a “fantasmas del pasado” a través de un peligroso perro ladrando en un primer plano. En las elecciones municipales de mayo de 2015 un vídeo de autoría anónima generó un intenso debate en los medios, con el título “Desmontando a Ciudadanos” se consiguió lastimar la imagen digital de este partido sembrando dudas en torno al origen político de su líder. El vídeo alcanzó varios millones de visitantes y fue replicado por decenas de medios en todo el país.

En el año 2008 el PSOE difundió el hashtag #chappayppintura, en él se publicaba un reportaje recopilatorio de todos los errores cosechados por los populares durante 4 años de gobierno. El Partido Popular también se ha distinguido por utilizar contenidos destinados a evidenciar carencias y fallos de sus rivales y cuya publicación constituye un ejemplo de ataque reputacional, fue así como se publicó este vídeo viral denominado “La Gran Mentira de Zapatero”.

Otro ejemplo lo tenemos en una noticia digital que aseguraba que el candidato Nicolás Maduro no era venezolano sino Colombiano. En Nueva York la emisión de una noticia publicada en Internet hacía referencia a la supuesta infidelidad del candidato Antoni Weiner quien aspiraba a ser alcalde de la ciudad más famosa de EEUU. Su difusión generó un auténtico escándalo mediático y supuso un revés para la reputación online del alcaldable.

En otros casos los ataques reputacionales se expresan en forma de contenidos o vídeos donde se exponen carencias, es el caso del vídeo de Zapatero publicado en Youtube y en el que un usuario recoge todos los momentos en los que el presidente socialista no sabía contestar a preguntas realizadas en inglés.

Los ataques reputacionales en política no son nuevos, en el año 1964 en la carrera a la Casa Blanca se emitió un anuncio en el que una niña aparecía deshojando una margarita después de una explosión nuclear, el anuncio promovido por el demócrata Lyndon Johnson afirmaba que su rival, (el republicano Bary Goldwater) sería un peligro para la humanidad en caso de ser elegido presidente.

Todos los partidos políticos utilizan, a su vez, a los medios como plataformas para vehicular sus propios ataques reputacionales hacia los contrincantes y adversarios políticos (utilización mutua). Al mismo tiempo se llega a la conclusión de que Internet se consolida como un medio con gran capacidad de propagación ya que algunos ataques digitales llegan a conseguir grandes cifras de audiencia comparables a las de medios nacionales. La “migración de contenidos” es otro elemento clave, muchos ataques de denigración en Internet acaban por publicarse en prensa escrita, radio o televisión.

Factores que explican el fenómeno:

Factores culturales / Exageración, pasión y sensacionalismo por parte de periodistas y responsables en el tratamiento de las noticias). Estados emocionales o preferencias ideológicas que llevan a un mal tratamiento de los contenidos informativos.

Factores estructurales / La existencia de conexiones entre organizaciones políticas y control de los medios de comunicación o políticos en consejos de administración de diferentes medios.

Factores editoriales / Empresas informativas con líneas editoriales muy definidas en el terreno político (periódicos antisistema, periódicos conservadores, diarios progresistas, prensa independentista, prensa nacionalista) que llevan a favorecer o atacar a unos u otros candidatos.

Muchas campañas no se limitan a dar a conocer programas electorales, sino que difunden aspectos personales del candidato, hablan de su familia, de sus hobbies o preferencias personales como medio para generar identificación ante determinados sectores. El ataque se utiliza como medio para desgastar al adversario, se basa en la distorsión y conecta con miedos y temores del ciudadano. Las campañas compartimentan y enfrentan a sectores de la sociedad al empujarles a alinearse con una u otra opción política.

Los ataques reputacionales pueden adquirir otras expresiones tales como el robo de identidad, los delitos contra el honor o la ocupación fraudulenta de perfiles en redes sociales. En algunos casos los blogs de los candidatos son clonados o falsificados con la finalidad de mancillar su reputación e intoxicar a la opinión pública, con el consecuente e inevitable escándalo mediático. En diciembre del 2014 la revista Los Angeles Times (en EEUU) publicó un artículo en el que revelaba hasta 14 sitios web falsos que los republicanos publicaron sobre los candidatos demócratas.