Se han convertido en uno de los problemas más importantes del escenario de la reputación online. Cualquier usuario con una conexión pública a Internet puede verter información injuriosa sobre un tercero y someter a su víctima a un terrible estigma. Espacios como Google My Business ya recopilan miles de reseñas cada día sobre miles de negocios en todo el mundo, todo en un escenario en el que prepondera el anonimato y la transnacionalidad.
En España ya se penalizan estas malas prácticas, en concreto la Ley General para la Defensa de los Consumidores y la Ley de Competencia Desleal establece multas de hasta 1 millón de euros para aquellos que usuarios que sin ser compradores de productos publiquen fake reviews.
Opiniones demasiado elaboradas, autores con pocas referencias o titulares llamativos pueden ser síntomas que delaten a una opinión falsa. Es frecuente que procedan de cuentas muy jóvenes, que incluyan fotos de elevada calidad y enlaces a sitios de interés. Además, están demasiado bien redactadas y suelen proceder de ámbitos geográficos poco variados.
El negocio que publica fake reviews acaba siendo penalizado, la mayor parte de páginas disponen de algoritmos capaces de detectar el ordenador desde el que se publica. Se aplican algoritmos de frecuencia que permiten determinar si existe un ritmo ilógico o anormal de publicaciones en base al histórico de reviews de ese negocio en Internet. Algunas plataformas son capaces de bloquear a un autor al detectar que vierte reviews comprados como medio para conseguir tráfico y crear una falsa percepción ante terceros.