Los abogados son uno de los colectivos más sensibles a una buena o mala reputación en línea. No en vano se trata de un perfil de profesional donde se busca el respeto y la confianza.
Un abogado no puede tener críticas feroces en Internet. Se espera que sea un profesional discreto y que gestione bien la privacidad que sus clientes necesitan. Disponer de una imagen nítida y sólida en los motores de búsqueda es fundamental para este colectivo.
En muchos casos pueden verse salpicados por los conflictos mediáticos de sus clientes. Los periodistas pueden llegar a mencionar al defensor legal haciendo que su marca personal quede dañada aún y cuando el caso que gestiona ha finalizado.
Lo cierto es que la mayoría de clientes han consultado alguna vez el nombre de su abogado en Google. Este motor es el moderno prescriptor que aconseja a un u otro asesor jurídico. Además, los rankings valoran a los despachos jurídicos según las valoraciones de los propios clientes. Esta nueva realidad despierta la impotencia de muchos abogados al mismo tiempo que hace que unos sean más visibles en detrimento de otros según la puntuación alcanzada.
Los abogados deben cuidar mucho las publicaciones de su vida personal en Facebook, Twitter u otras redes sociales. Es fundamental mantener la confianza de los clientes ya que estos esperan que su abogado sea una persona ética y deontológica, con una vida familiar estable y exenta de desequilibrios. Su vida es, por supuesto, rastreada por ojos curiosos de sus clientes en Internet, quienes sin duda acabarán buscando fotos de su vida personal.
Hay que usar las redes para potenciar el prestigio profesional, contar con perfiles en las principales plataformas y abrirse a las reseñas, ya que tarde o temprano acabarán hablando de nosotros.
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